jueves, 23 de noviembre de 2006

La Novela

Viajecito por el Metro ( I Parte).
La historia que voy a contar no está basada en hechos reales pero desgraciadamente, cada día la sufren más de medio millón de viajeros que intentan llegar a sus trabajos o lugares de estudio mediante un transporte, que según la presidenta de Madrid es el mejor del mundo, y según los ciudadanos, los más sabios por cierto, lo describen: como impuntual, viejo y poco eficiente.
La historia trata de un hombre que decide ir a su trabajo en este espléndido medio de transporte ya que su coche, bendito él, está en el taller.
El hombre, llamado Juan, decide coger el metro un Lunes a la hora punta sin saber donde se está metiendo y le suceden unas cosas que a muchos ciudadanos les ocurre muy frecuentemente.
Él llega a la estación de Nuevos Ministerios, y para empezar, se encuentra con la sorpresa de que no puede sacar un billete en la ventanilla, porque no hay ninguna persona encargada para ello. Además se encuentra a su lado una máquina expendedora de billetes, y a un hombre ,dándola leches y gritando insultos a diestro y siniestro hasta que la máquina emite un pitido y suelta el billete y las monedas que se había tragado previamente.
Juan lo mira asustado, sin embargo, una anciana que estaba a su lado. le aplaude y (madre e hijo) enfilan a todo correr las escaleras mecánicas. Juan que no podía creer lo que estaba pasando; así que, con aire resuelto,se enfrenta a la máquina, primero de buenas maneras, abre su monedero, saca un billete de 10 y lo introduce en la ranura. Al principio no pasa nada pero después empieza a hacer un ruido muy extraño como a cable chamuscado y Juan se da cuenta que el hombre de antes había abollado una parte de la máquina. Juan pensó que era un bestia y esperó unos segundos más. La gente que tenía detrás se ponía nerviosa, y empezó a increparle; con los nervios se le cayó el monedero y todas la monedas rodaron por el suelo. Entre la gente y lo de las monedas a Juan le salió la vena furiosa y le pegó un patadón a la máquina; ésta expulsó tres billetes de glope y se quedó con la vuelta. Juan, avergonzado y furioso, salió de ahí como pudo ya que la gente empezó a empujarle y se dirigió a los torniquetes cojeando un poco. Antes de llegar a ellos miró hacia la ventanilla para poner una reclamación. En la ventanilla había entrado una señora, que por la cara, no debía haber dormido bien esa noche porque le lanzó una mirada de pocos amigos. Juan no se cortó y le dijo que cambiase la máquina y que quería escribir una reclamación al respecto. La encargada, soltó una carcajada y le contestó que no sabía donde tenía las hojas y que, si quería quejarse a alguien le mandase una cartita a Gallardón y otra a esperanza Aguirre.
Juan que no estaba de humor decidió no perder el tiempo ,dándose medio vuelta y marchándose, no sin antes ver a otro encargado cerca de las escaleras mecánicas repartiendo unos panfletos en contra de la precariedad laboral, los bajos salarios y el mal funcionamiento del metro.
Juan,irritado, cogió su billete y lo insertó en el torniquete atrravesándolo de forma violenta. Con todo el lío no se había dado cuenta de la aglomeración de gente que estaba esperando en la parte de arriba de las escaleras mecánicas, donde una muchedumbre intentaba bajar por ellas. Poco a poco y dándose codazos con todo el mundo llegó al andén, repleto de gente, y se quedó entre la pared y la masa de cuerpos que había delante suya.
De repente apareció un tren por el túnel y la masa se empezó a mover lentamente; Juan se quedó donde estaba y un núnero indeterminado de personas subió al tren y otro tanto bajó profiriendo insultos y empujando a todo el que pasaba por delante. Así que el tren se marchó y con él, la esperanza de Juan de llegar antes de la hora a su trabajo.
Pasaron unos minutos y el panel luminoso marcó la llegada del siguiente tren. Juan fue corriendo al borde del andén a coger un sitio mientras todos los demás hacían lo mismo. El tren paró y para horror de Juan las puertas no se abrían. Parecía una película de terror, los de dentro dando puñetazos a las puertas y los de fuera empujando a los de delante como si fueran los culpables de todo. Juan estaba paralizado, intentó moverse hacia un lado justo cuando un hombre fornido le apartó de un empujón y con sus manazas intentó abrir la puerta. Los de dentro le ayudaban, mujeres, embarazadas, niños y hasta los más ancianos se aliaban para conseguir el ansiado objetivo.
Viendo la acción del hombre fornido, todos los demás ciudadanos le copiaron, y al final las puertas se abrieron hasta la mitad. La gente salía como podía con el único fin de escapar de esa tortura, pero no era nada fácil, ya que los de fuera los empujaban hacia adentro. Juan que no era muy alto consiguió entrar justo cuando el maquinista decidió abrir las puertas totalmente y tanto los de dentro como los de fuera chocaron sus cuerpos. Nuestro protagonista se empotró literalmente con un hombre muy bajito que lo desplazó un metro más allá de donde estaba y logró agarrase a un barrote con una mano mientras con la otra protegía su maletín. Después de unos momentos angustiosos, que a Juan le parecieron horas, el tren emitió un pitido característico y se empezaron a cerrar las puertas. Con gran desesperación vio como muchas personas eran empujadas fuera de los vagones mientras los demás intentaban adueñarse de un poco de espacio entre tanta muchedumbre. Al final el tren inició la marcha y empezó a coger velocidad pero inexplicablemente paró en secó cuando entró en el túnel desplazando a la gente de un sitio a otro de una manera brutal. Había mochilas esparcidas por el suelo, gente discutiendo, desmayándose etc.
El tren por fin paró en la siguiente parada y la gente empezó a vaciar el vagón poco a poco. Juan estaba en estado de shock, llevaba más de 10 años sin coger el metro, desde que acabó la universidad, y todo había cambiado radicalmente. Los trenes le parecían más viejos y las instalaciones desmejoradas y esto repercutía directamente en los modales de la gente que se hallaba en un constante nerviosismo, transformándose, en ocasiones en una violencia desmedida. Juan, mientras reflexionaba sobre esto, vio como, de una forma descarada, un viejete se arrimaba demasiado a una chica de unos 18 años sin tener ninguna expicación. En la última parada, la de Metropolitano, se habían subido bastantes estudiantes y el vagón se encontraba totalmente abarrotado pero eso no era ninguna excusa para el comportamiento del anciano. Mientras, la chica, estaba cada vez más nerviosa e intentaba apartarse del supuesto "acosador" que tenía delante. De repente, y antes de darse cuenta, el vagón se meneó hacia delante con tanta violencia que el viejete salió, literalmente disparado hacia un lado, y chocó contra la puerta con tanta violencia que el crujido de sus huesos se oyó por todo el vagón. Juan que no podía soportarlo más, -necesitaba aire "puro" de la calle-, decidió salir del tren en la estación de Ciudad Universitaria. Cuando el tren se paró, el viejete se incorporó, blanco como el papel,y salió dolorido del vagón. Detrás suya salió la chica, y a Juan le pareció ver una especie de sonrisa en sus labios. A continuación una muchedumbre avanzaba hacia las escaleras mecánicas, mientras que Juan lograba salir del vagón a duras penas. Se cerraron las puertas y el tren se marchó, pero a Juan aún le quedaba una sorpresa. Un chico pasó corriendo a su lado y le golpeó el maletín; éste se abrió y todos sus documentos se esparcieron por el suelo mientras la gente los pisaba. Nuestro protagonista empezó a volverse loco y se tiró al suelo para recogerlos. Cuando lo hizo ,y mientras las últimas personas subían por las escaleras mecánicas, vio delante suya un cartel donde ponía lo siguiente: Metro de Madrid, el más grande, eficiente y seguro del mundo. A continuación una foto de doña Espe acompañaba el eslogan. Juan ya sin fuerzas, cerró su maletín y con pasos cansados se dirigió hacia las escaleras mecánicas pensando, no sin razón, en que se gastaba la presidenta ,de todos los madrileños, los impuestos de sus ciudadanos.
BY DANI. Nota: Hay hechos inventados por mí pero otros están basados en la realidad misma.
Viajecito por el metro. (II Parte)
"Instrumentos musicales"
Hay un refrán que dice que la música amansa a las fieras, pero no a los humanos, al menos en ciertos casos.
Nuestro amigo Juan, después del viajecito, decide volver al metro. Dolorido por el viaje de ayer, y con un hinchazón en el pie, llega a la estación de Nuevos Ministerios.
Pretendía olvidarse de lo ocurrido el otro día, uno de los más horribles de su vida, cuando andando por el laberinto de caminos del metro, oyó una música peculiar. Al bordear la esquina se encontró con un tipo tocando el acordeón, y una música de fondo; y a otro, pidiendo dinero a los transeúntes que pasan a toda velocidad. Juan que no so lo podía creer aceleró el paso ya que si hay un instrumento que no aguanta desde su infancia es el acordeón. Tuvo que estudiarlo durante 3 años porque a su padre se le antojó y acabó hasta las mismísimas narices de él. Así que marchándose con rapidez llegó al andén y esperó al tren. El panel luminoso marcaba un retraso de diez minutos; Juan resignado se sentó en el banco y esperó. De repente oyó el mismo sonido que provenía de uno de los lados del andén, y que cada vez se acercaba más. Parecía que todos los músicos de Madrid se habubiesen puesto de acuerdo para reunirse en el mismo sitio. Juan, que empezaba a estar cansado,sólo quería coger un asiento en el metro y tener un plácido sueño; pero esto fue imposible porque vio a cinco personas con un acordeón dada una, tres con guitarra y uno con un violín. Llegó el tren y nuestro protagonista entró acompañado de dos guitarristas. Se cerraron las puertas, y los músicos empezarona a tocar. Era una balada, bueno, pensó Juan, - podía haber sido peor- sin embargo, inmediatamente, cambiaron la canción por otra más rumbera.
A Juan se le estaba acabando la paciencia y empezó a dolerle la cabeza; primero en una parte de la sien, y luego se fue extendiendo poco a poco.
En la siguiente estación hubo gente que abandonó el vagón y pudo sentarse. Los guitarristas seguían tocando cada vez más fuerte y Juan estaba harto, se dio cuenta que los de su alrededor también, ya que lanzaban miradas asesinas a los músicos. Una señora que estaba a su lado le dijo que ella llevaba años acostumbrada a esto, y que en el fondo uno se terminaba acostumbrando. Juan la miró con cara de espanto y le dijo que el nunca podría aguantarlo.
De repente, se abrieron las puertas y entró el violinista. A Juan se le cambió el semblante porque el músico empezó a tocar música clasica, y esto, según él, sí que era buena música. Los guitarristas se callaron mientras la música fluía por el vagón; Juan empezó a quedarse dormido y cuando llevaba unos minutos echó una cabezadita. Sin embargo la felicidad le duró poco tiempo, porque en la siguiente parada entraron los del acordeón y empezaron con las canciones; Juan, sobresaltado e irritado, se llevó un susto; se cogió un enfado monumental y empezó a gritar al del acordeón durante medio minuto, estaba fuera de sus casillas, y para colmo, el tipo no entendió nada porque era extranjero.
Juan, resignado, volvió al asiento y dejó que la música "fluyese" por todo el vagón mientras pensaba en el tío que inventó el acordeón.
BY DANi.

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