domingo, 11 de marzo de 2007

LA HORA CERO. TERCER ANIVERSARIO DEL 11-M


La hora cero es aquella hora en la que el tiempo no corre, una hora muerta en la que todo está parado y puedes ver el pasado. A veces esa hora trae buenas noticias para la vida pero también puede llevar noticias malas. Cuando la gente entra dentro de ese pequeño espacio de tiempo se da cuenta que algo ha cambiado en su vida.
Esto es lo que le pasó a los familiares de las víctimas del terrorismo. Ese día, a esa hora determinada, el mundo dio un giro en su vida. Se acercaba la hora cero para todos ellos, y no lo sabían ni lo podían predecir; así que, como cada día se dirigieron a sus respectivos trabajos sin tener ninguna sospecha de que la hora maldita les rodeaba lenta, muy lentamente. El momento llegó y yo, una víctima más, me di cuenta que todo a mi alrededor se paralizó, todo lo que conocía había desaparecido y había entrado de lleno en la hora cero. Los primeros diez minutos fueron de un pánico horrible, yo no podía hablar, no podía moverme, no podía salir de ese trance en el que estaba metido, pero sí me daba cuenta de que algo grave estaba sucediendo. Pasados otros cinco minutos me invadió una ola de pánico incontenible y comencé a moverme para salir al exterior donde ya se oían muy lejos el sonido de las ambulancias y los coches de policía, aunque, yo en realidad, no escuchaba ningún sonido porque en mi mente solo se repetía una y otra vez la gran explosión que había sacudido el tren. Unos pocos minutos después, -ya fuera del vagón- la gente corría de un lado para otro para intentar rescatar a alguien con vida. Un hombre se acercó a uno de los vagones y se metió dentro, llevaba un chaleco amarillo y en la mano un maletín, pasados unos segundos llegó al sitio en donde me encontraba y me gritó algo al oído, yo no podía escuchar nada de lo que me decía, así que, él haciéndome señas me indicó el suelo y yo me dejé caer al suelo muy lentamente. La cara del hombre –se parecía al color de su chaleco- y sus ojos: enrojecidos, cansados, y tristes parecían hacerle mucho más viejo de lo que era. El hombre hablaba conmigo, pero yo no podía entenderle y lo único que hacía era mirar al vacío porque todo me daba vueltas. A continuación, él me levantó del suelo y otro compañero, -que había llegado- me puso una manta sobre el cuerpo y por primera vez, pude ver el desastre que había a nuestro alrededor; cada músculo de mi cuerpo quedó paralizado, por todo el suelo se esparcían pedazos de tren junto con sangre y otras cosas que no sabía o no quería explicar, también tanto a izquierda como a derecha se podía apreciar los grandes destrozos que produjo la explosión y los grandes agujeros que rompieron el metal y destrozaron las ventanas dejando un panorama horrible. El compañero me arrastró fuera del lugar, y me llevó a una ambulancia cercana para curarme una gran herida en la pierna que me hacía cojear. Habían pasado cuarenta y cinco minutos desde que sucedió todo, y yo me encontraba tumbado en una camilla; entonces, decidí incorporarme y pudo ver a varios periodistas grabándolo todo. Cerca de donde me encontraba, había otro periodista pasando imágenes a un ordenador portátil, y me enseñó las instantáneas que había capturado (momentos antes), al lado de un vagón que había sido afectado por la explosión. Esas fotos se me quedaron grabadas en la mente y pensé en todas las familias que en ese momento han perdido a un hijo, a un padre, en definitiva, a un ser querido. Una lágrima cayó por mi mejilla, en ese momento una chica me hizo una foto con su cámara, y alguien me cogió del brazo y me inyectó un calmante para que no sufriera más; entonces, antes de cerrar los ojos miré el reloj del enfermero y vi que había pasado una hora, la hora más larga, dolorosa y angustiosa de toda mi vida.
Un mes después del atentado me encontraba leyendo un periódico sentado en una estación de tren, en una columna de una página apareció mi fotografía y leí el pie de página. Cuando terminé, me quedé pensando en el título de la noticia: La hora cero. Desde luego, ese título era el mejor para describir la historia que acabo de contar.

NOTA: Esta historia fue escrita por mí, meses después del atentado. Yo no estuve en ninguno de los trenes, ni siquiera en las horas que transcurrieron después, donde se ve a mucha gente ayudando a los heridos a salir de los vagones. Pero me dejó una honda y terrible sensación, a mí a y todo el mundo que tenga unos mínimos sentimientos, que intentaron sentir, al menos, el sufrimiento de aquellos que lo padecieron. Por ello, decidí escribir estas líneas que espero, hayan reflejado la sensación de soledad y angustia sufridas por todos los que viajaban en esos trenes un 11 de Marzo de 2004.
BY DANi.

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